Así es la tumba del “Jefe de jefes”, Arturo Beltrán Leyva descansa en un mausoleo de trece millones

Dos rejas negras flanqueadas por dos arcos pintados de blanco custodian la entrada al panteón Jardines del Humaya. Es el sur de Culiacán, Sinaloa.

Así es la tumba del “Jefe de jefes”, Arturo Beltrán Leyva descansa en un mausoleo de trece millones

Cuna del cártel del mismo nombre y lugar de nacimiento y descanso de uno de los hombres más poderosos del narcotráfico en México: Arturo Beltrán Leyva, “el jefe de jefes”, descansa en una tumba de 13 millones de pesos.  Se trata de una construcción con dos torres circulares que enmarcan la entrada al mausoleo; ya en su interior una cocina y habitaciones equipadas, además de televisión satelital y wifi entregan todas las comodidades a quienes la visitan.

Imágenes del capo que se presume tuvo relaciones con gente del espectáculo mexicano -entre ellas Galilea Montijo- decoran el interior de la tumba junto a figuras religiosas, flores siempre frescas y una palmera recortada que se asoma a los lugares de descanso de otros narcotraficantes famosos, pues el panteón Jardines del Humaya se consolidó como el predilecto de las familias sinaloenses más poderosas.

Bien podría pasar como la casa de una familia adinerada y religiosa de Sinaloa, sobre todo por la cruz de cemento que se levanta desde el segundo piso; pero en su interior está el cuerpo de Arturo Beltrán Leyva que cayó abatido por elementos de la Secretaría de Marina el 16 de diciembre 2009 en un lujoso condominio de Cuernavaca, Morelos.

A pesar de lo ostentoso de la tumba de “El jefe de jefes”, no es la más cara que resguardan las rejas del panteón Jardines del Humaya; éste lugar de “honor” le pertenece a Arturo Guzmán Loera, alias “El Pollo”, el hermano de Joaquín El Chapo Guzmán asesinado el último día de 2004 y cuyo lugar de descanso se valuó en un millón 200 mil dólares.

Arturo Beltrán Leyva y la tumba de los narcos sinaloenses

A finales de la década de 1960 la clase media de Sinaloa tuvo en el panteón Jardines del Humaya un lugar para visitar a sus familiares fallecidos: pequeños empresarios, políticos y algunos personajes trascendentes de Culiacán, pero a partir de la década de 1980 y del auge de los narcotraficantes sinaloenses y los constantes enfrentamientos entre ellos -que terminó en las muertes que ahora se cuentan por miles- se comenzó a consolidar como una especie de fraccionamiento privado y en extremo lujoso.

Pero a pesar de ese lujo, la tumba de Arturo Beltrán Leyva no estuvo exenta de la violencia que a diario se vive en Sinaloa desde hace décadas. Apenas un año después de su entierro, la cabeza de un hombre fue depositada en la entrada al mausoleo de “El jefe de jefes”, en la oreja llevaba una flor roja; metros más adelante las autoridades encontraron el cuerpo frente a la tumba de otro narco, Gonzalo “El Chato” Araujo.

Como cada panteón del país, a inicios de noviembre Jardines del Humaya se llena de visitantes, familiares y curiosos que adornan con flores las tumbas de, en su momento, algunos de los hombres más poderosos de México.

La de “El jefe de jefes” sobresale entre las demás, no sólo por encabezar uno de los cárteles más grandes del país, también por las revelaciones que siguen surgiendo a 14 años de su muerte y que lo vinculan con personajes de la política y espectáculo nacional.

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Cuando la Marina abatió a Arturo Beltrán Leyva en Morelos las imágenes que circularon en los medios lo mostraban con los pantalones abajo, la playera levantada y sobre su cuerpo decenas de billetes ensangrentados; esa opulencia de efectivo ahora reposa sobre él en una tumba de 13 millones de pesos que no esconde el derroche con la que el también llamado “El Barbas” llevó su vida y su muerte.

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