El Z-40 el narco que desmembrar y «guisaba» a sus enemigos del Cartel del Golfo

Miguel Ángel Treviño El Z-40, uno de los delincuentes más sanguinarios de México, conocido por su técnica del «guiso», por la que quemaba vivas a sus víctimas.

El Z-40 el narco que desmembrar y guisaba a sus enemigos del Cartel del Golfo

En un barril como si se trataran de un simple potaje, no necesitó experiencia militar para ejercer una larga trayectoria criminal, que finalizó en julio de 2013 cuando fue arrestado en la frontera con Tamaulipas.  Treviño es uno de los ex-líderes del Cártel criminal «Los Zetas», el brazo armado de Nuevo Laredo.

Protagonista de andanzas de las que se ha hecho historia dentro de las organizaciones criminales mexicanas. Narcotráfico, extorsión, blanqueamiento de dinero, y sicario, Treviño respondía a todas las ramas del sector de la delincuencia, del que era todo un profesional.

Z-40, el capo que guisaba a sus enemigos

Allí se unió a la pandilla de Los Tejas, dedicada al robo de automóviles y la venta de droga. Más tarde sería reclutado por Osiel Cárdenas, jefe del cartel del Golfo. Primero lavando coches, luego como mensajero del mafioso gracias a su dominio del inglés y después como uno de los principales sicarios de su hermano, Ezequiel Cárdenas, conocido como Tony Tormenta, abatido en 2010.

Cuando, a finales de los años noventa, Osiel Cárdenas funda Los Zetas como brazo armado del cartel del Golfo con un grupo de desertores de las fuerzas especiales del Ejército mexicano, Treviño se convertiría en la mano derecha de su líder, el cabo Heriberto Lazcano Lazcano, el Lazca. La crueldad de sus métodos le abriría paso en el escalafón del crimen organizado. El Z-40 impondría la moda de desmembrar cuerpos y “guisar enemigos”, disolviéndolos en ácido o derritiéndolos en contenedores de aceite.

El periodista estadounidense Alfredo Corchado, amenazado de muerte por Los Zetas y quien dio la primicia de su detención en el Blog del Narco, cuenta en su libro Midnight in Mexico (Penguin Press), de reciente aparición, que el Z-40 solía morder el corazón de alguna de sus víctimas, aún vivas, creyendo que eso le haría invencible, y reclutaba a sus sicarios obligándoles a disparar a una persona al azar.

“Ponía una pistola cargada en la mano de un sicario y le ordenaba apuntar a alguien enfrente de ellos. Treviño ponía luego su mano en el corazón del sicario para medir cuán rápido latía al tiempo que gritaba: ¡Chíngatelo! Si dudaba, le pegaba un tiro en la cabeza o le daba un empleo de chivato. Dependía de su humor ese día”.

Tras la detención de Osiel Cárdenas en 2003, Los Zetas entrarían en guerra con el cartel del Golfo hasta su ruptura definitiva en enero de 2010. Los antiguos desertores del Ejército, con el Lazca y el Z-40 a la cabeza y sus bárbaros métodos militares de ocupación del territorio, ensangrentarían en los últimos años el mapa de México en una disputa permanente con los otros grupos de narcotraficantes.

La violencia de Los Zetas llegaría a su clímax en agosto de 2010 cuando fueron hallados en unas fosas en San Fernando (Tamaulipas) 72 emigrantes centroamericanos torturados y asesinados. La noticia conmocionó profundamente a la sociedad mexicana. Además de la saña de sus asesinatos, su táctica de poner al mundo del hampa a su servicio allí donde se imponían, les llevó a dedicarse, además del narco, a otros delitos como el tráfico de inmigrantes, el secuestro y la extorsión, y a tener presencia en 14 Estados e incluso extenderse a Guatemala.

El Gobierno del expresidente Felipe Calderón decidió en sus últimos años concentrarse en desmantelar a Los Zetas. Fruto de esa presión fue la muerte del Lazca en un confuso incidente en octubre del año pasado. El fallecimiento del líder, cuyo cadáver fue misteriosamente robado de una funeraria poco después, originó una nueva lucha por el poder de la que saldría vencedor el Z-40, pero el cartel estaba ya muy debilitado.

La detención de Treviño abre, según los analistas de seguridad, una nueva etapa en la violencia en este país —probablemente Los Zetas dejen de existir como organización cohesionada y coherente a nivel nacional—, pero no significará su final. Previsiblemente se desencadenará una guerra por su control —se considera que su hermano menor, Omar, ha heredado el liderazgo— y los remanentes del Golfo y el cartel de Sinaloa, la confederación que dirige Joaquín el Chapo Guzmán, tratarán de aprovechar la oportunidad para ocupar las plazas de sus viejos enemigos.

El Z-40 está ya encerrado en un penal de máxima seguridad. Sin embargo, desde su detención han muerto más de 30 personas en distintos puntos del país. Un asesino legendario ha salido de escena, pero como ha escrito el sociólogo y periodista Jorge Zepeda, aún persisten “las condiciones que hacen posible la expansión del crimen organizado como la impunidad, la ausencia de un aparato de justicia, la corrupción generalizada y la ineficacia de las policías”. La tragedia de México, que se ha cobrado más de 65.000 vidas en el último lustro, no ha acabado.

Los Zetas siembran el pánico en México

Los Zetas se apoderaron de prácticamente todas las redes criminales, controlaban el narcotráfico, la emigración, la extorsión, el contrabando de todo tipo de materiales, además del que aporta el mayor dinero, las drogas, el secuestro, y los ajustes de cuentas, que acaban en su mayoría en asesinatos, una técnica que empleaba para mantener alerta a los vecinos, reafirmando su peligrosidad y evitando que nadie se enfrentara a ellos.

En 2007 (sí, en sólo un año Treviño consiguió sembrar el pánico en Nuevo Laredo), con la alegría de los vecinos de la zona, fue enviado a Veracruz para un ajuste de cuentas tras la muerte de uno de sus compañeros de la banda, fallecido en un tiroteo.

El arresto del capo del Cartel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, y su extradicción a Estados Unidos, abrió la veda de la separación entre el brazo armado (Los Zetas) y la organización de origen (El cartel del Golfo). Una actividad que concluyó en 2008, cuando Los Zetas se convirtieron en una banda independiente, que ya actuaba en 28 grandes ciudades. Según un análisis de Grupo Savant, un instituto de estudios de temas de seguridad con sede en Washington.

En el segundo mes de ese año, el jefe de la banda viajó hasta Guatemala para ampliar su dominio y eliminar a toda la competencia, que culminó con la muerte del capo guatemalteco en marzo.

Al eliminar al jefe de la oposición, Treviño dio un paso más en su carrera delictiva y se convirtió en comandante nacional de Los Zetas. Una estrella sellada con sangre y con numerosos crímenes a sus espaldas.

En busca y captura desde 2009

Sin embargo, a pesar de su dominio en el sector, Treviño no logró escapar a la policía en 2009, y fue acusado en Washington por narcotráfico y porte ilegal de armas. A partir de este momento se desencadenó la búsqueda y captura del capo, y ahora comandante de la banda Los Zetas, una misión que costó cuatro años.

Todos querían al peligroso asesino entre rejas, y se ofreció una recompensa de cinco millones de dólares por el gobierno de Nueva York, y de 2 millones y medio de dólares por los gobernantes mexicanos. Toda América estaba buscando a uno de los delincuentes más sanguinarios y peligrosos.

A pesar de tener ojos por todas partes, Treviño logró escapar a las garras de la policía y continuó con su actuación criminal, enviando cientos de kilos de cocaína y Marihuana entre la frontera de México y Estados Unidos, y enviando bonificaciones a los capos regionales, los cuales estaban contentos conn su jefe ya que recibían 10.000 dólares. Burló así a ambas autoridades, escondiendo parte de la droga en la ciudad en la que había expandido recientemente su dominio, Guatemala.

Los viajes y la familia, los secretos para escapar de la ley

El secreto de Treviño residía en su protección de la familia. El delincuente más buscado viajaba constantemente y era encubierto por sus hermanos y su madre. Parece que una carrera militar, enorgullecía a sus familiares, convirtiéndose en cómplices del comandante de Los Zetas.

Sin embargo, todo llega a su fin, y así ocurrió con la carrera delictiva de Treviño, cuando, el 15 de julio de 2013, un operativo de la Marina y el Ejército Mexicano lo interceptó en la frontera con Tamaulipas. Después de cuatro años escapando, el sanguinario Treviño fue arrestado mientras conducía una camioneta, en la que, cómo no, transportaba ocho armas de alto calibre y dos millones de dólares en efectivo.

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A pesar de la fama del líder de Los Zetas, no puso resistencia alguna y el operativo se cerró sin un sólo tiro. Parece que las autoridades mexicanas no se aventuraron en el famoso «guiso» del delincuente. Ahora los que harán un guiso con él, durante los años que cumplirá prisión, serán sus compañeros delincuentes, pertenecientes a otras bandas mexicanas, con las que él quiso acabar.

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