La trágica historia de ‘El Ponchis’, el niño sicario que aprendió a descuartizar a los 11 años…

Con tan solo 11 años, Edgar Jiménez Lugo, ‘El Ponchis’, fue el primer caso de niños sicarios que se conoció y documento en México.

La trágica historia de 'El Ponchis', el niño sicario que aprendió a descuartizar a los 11 años...

El menor confesó que había degollado a cuatro personas y que se encargaba de distribuir cocaína en Morelos,  En 2019 la violencia ha superado récords históricos, cientos de personas han muerto producto de la guerra del narcotráfico, entre ellas vidas inocentes como los niños; apenas hace una semana México.

Se consternó cuando un niño de solo 4 años murió acribillado al lado de su padre en Cajeme, Sonora, sin embargo, hay otros menores de edad que aceptan estar en este mundo de muertes y drogas, tal es el caso del ‘Niño sicario’ de Morelos, ‘El Ponchis’.  La historia de este menor fue uno de los casos más emblemáticos y el primero documentado en México, que habría sido reclutado por el crimen organizado a los 11 años.

Se dedicaba, junto a otros niños, a distribuir cocaína a los narcomenudistas en el estado de Morelos.

En 2010, a los 14 años, fue detenido acusado de posesión de armas exclusivas del ejército y por su participación en secuestros, torturas y homicidios.

‘El Ponchis’ confesó haber degollado a cuatro personas. Por ser menor de edad, en 2013 fue puesto en libertad y trasladado a EU, donde tenía parte de su familia.

Los dictámenes de los expertos de la prisión, en la que estuvo por un breve tiempo, detallaron que ‘El Ponchis’ era un joven callado e introvertido.

El menor confesó que fue contratado para trabajar para Julio Hernández Radilla, ‘El Negro’, quien se encuentra tras las rejas por el asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia.

‘El Ponchis’ creció en una familia disfuncional. Las drogas siempre estuvieron a su alcance. Las calles se convirtieron en su hogar… si así se le puede llamar.

Comenzó a escribir su historia criminal a los 11 años; la misma edad a la que empezó a consumir sustancias.

De manera violenta, el cártel del Pacífico Sur lo sumó a sus filas, le pagaban dos mil 500 dólares por ejecutar, según sus propias palabras «al principio sentía feo, luego ya no».

“He matado a cuatro personas, los degollaba, sentía feo, pero me obligaban con la amenaza de matarme si no lo hacía. Yo nada más los degollaba pero nunca fui a colgar los cuerpos a los puentes”, confesó cuando fue detenido por elementos del Ejército Mexicano.
Edgar Jiménez Lugo fue victimario pero también víctima, ‘El Ponchis’ es solo un ejemplo, tal vez el más cruento, de una realidad nacional: los niños criminales.

¿QUÉ HA SIDO DE EL PONCHIS?

Edgar cumplió una condena de tres años en un centro penitenciario para menores de edad. Durante su estancia en la cárcel aprendió a leer y escribir, además de que recibió atención psicológica.

Durante su internado confesó haber trabajado, antes de que lo capturaran, para Julio Hernández Radilla, “El Negro”, preso por el asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia.

El Ponchis fue liberado en 2013 bajo un fuerte dispositivo de seguridad ya que las autoridades lo consideran, hasta la actualidad, como una víctima del crimen organizado, por lo que fue trasladado a Estados Unidos, país en el que actualmente radica junto a su madre.

Tras su liberación, el entonces secretario de Gobierno de Morelos, Jorge Messeguer, contó a la prensa que los dictámenes de los expertos de la prisión, donde purgó su breve condena, lo catalogaron como un joven callado e introvertido.

A pregunta expresa de sí era posible que el joven volviera a delinquir el funcionario fue claro: “Hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, mientras estuvo internado le brindamos apoyo psicológico, instrucción e incluso le garantizamos protección a su salida”.

El futuro del ahora adulto de 23 años es incierto…

¿Qué los hace criminales? el sociólogo Antonio Villalpando nos ayuda a desentrañar las causas:

«Los factores que inciden en el delito y en el crimen son muy amplios. Si lo vemos desde la perspectiva de un solo individuo, tendríamos que analizar su biografía completa para encontrar todos aquellos factores que hacen que una persona, desde el momento de su nacimiento hasta el momento en el que comete un crimen, haya desarrollado ciertas características; las más importantes son de origen socioeconómico: vivimos en un país con un amplio nivel de desigualdad donde las personas que están en los estratos más altos de la sociedad no se parecen en nada a las personas que están en los estratos más bajos, y ello impide que las personas formen una idea de lo que es pertenecer a la sociedad. Si no nos parecemos mucho entre nosotros, es muy difícil que desarrollemos sentimientos de empatía».

Al conocer historias como la de ‘El Ponchis’ surge el debate de si el hombre nace bueno o malo. Nos obliga a cuestionar nuestra propia condición.

«No se puede decir que nacemos malos; no nacemos con un fuero interno innato; no hay estudios que demuestren que hay genes concretamente relacionados con ser buenos o malos. Pero sí hay ciertas condiciones que son posteriores al nacimiento, biológicas, que predisponen a las personas a comportamientos violentos, pero que están vinculadas con procesos que viven las personas a lo largo de su desarrollo, de su socialización», comenta Antonio Villalpando.

¿Será que en los genes podemos encontrar la respuesta?, ¿será acaso que la maldad se hereda? el genetista Mauro López Armenta nos habla de ello:

«Hay muchos genes que se asocian a la violencia; lo que no queda claro es qué tanto actúan en el comportamiento criminal: hay neurotransmisores que van a ser modulados de diferentes maneras. Tenemos, por ejemplo, genes para dopamina, serotonina, los cuales van a tener una asociación directa con el comportamiento de una persona; hormonas, como la testosterona, en el caso de los hombres, cuyo desequilibrio dará como resultado un comportamiento anómalo, y esto puede dar lugar también a un comportamiento criminal si es que las condiciones del medio lo favorecen o lo permiten».

En México, el grueso de la población carcelaria es joven: el 34.7 por ciento tiene entre 18 y 29 años de edad. Si hablamos de adolescentes, 4 mil 500 son internados cada año, en promedio, en algún centro de reclusión por cometer delitos graves.

 

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