«Matar a todas las personas de la familia», La masacre que termino con un pacto Histórico y Sagrado entre los verdaderos Carteles.

Fermín Castro Rodríguez era un maestro del norte de México que abandonó las aulas para sumarse al mundo del narco, una industria que en la zona de Tijuana, Baja California.

Matar a todas las personas de la familia, La masacre que termino con un pacto Histórico y Sagrado entre los verdaderos Carteles.

Estaba dominada por el Cártel de los hermanos Arellano Félix. Nunca pensó que su muerte marcaría un antes y después en la historia de la guerra entre los grupos del crimen organizado.  También marcó un parteaguas al mostrar un comportamiento en el mundo criminal que ya se ha hecho común hoy en día.

Castro Ramírez era nativo del poblado de Santa Catarina, en Ensenada, durante sus años como maestro también organizaba rodeos y se dedicaba a la cría de ganado. Sin embargo cambió la docencia para dedicarse a recoger la marihuana que llegaba por aire desde Sinaloa y llevarla a su comunidad, ubicada entre los destinos turísticos de San Felipe y Ensenada.

Su tarea consistía en trasladar la droga hasta un negocio llamado «El Vaquero Indio» en donde la colocaban en dobles fondos en camionetas que transportaban ganado hasta Tijuana o Tecate donde la mercancía era entregada a una tercera persona llamada Eduardo Basurto «El Guayito», quien después se le llevaba a Óscar Quiñones Beltrán «El Naty», encargado de librar la vigilancia de la Policía Federal de Caminos.

Este último era el contacto con los hermanos Arellano Félix, y quien después jugaría un papel importante en el final de Fermín.

El 17 de septiembre de 1998 un comando ingresó al rancho El Rodeo, a 12 kilómetros de Ensenada, donde sólo había tres casas, todas habitadas por Fermín y su familia. En total eran 19 personas, entre ellas, ocho niños y una mujer embarazada.

Lino Portillo, uno de los sicarios del Cártel Arellano Félix iba a la cabeza del comando, según testimonios, fue el encargado de reunir a las personas en el mismo lugar, a todos, incluyendo a los niños, los tenía boca abajo y con las manos en la cabeza.

El comando ejecutó las órdenes que tenía: matar a todas las personas de la familia, incluyendo a Fermín. El mensaje que habían enviado los hermanos Arellano Félix era claro: ahí terminaba uno de los códigos más respetados en el mundo del narco que era el de a la familia no se le toca.

Dos de los niños sobrevivieron a la masacre, pero fallecieron posteriormente víctimas de las heridas de armas AK-47.

Según las investigaciones, «El Naty» le había quedado a deber a Fermín USD 80,000, por eso convenció a «El Guayito» que le entregara marihuana que custodiaba a cambio de la entrega de USD 10,000.

Cuatro días antes de la masacre,»El Guayito», acudió a una de las casas de Fermín a solicitar su pago, pero a cambio solo obtuvo una negativo y unos cuantos pesos para pagar la gasolina

Posteriormente, el comando ingresó al rancho acusando a Fermín, quien fue torturado antes de morir, de haberle robado droga a los Arellano Félix, quienes buscaban vengarse y recobrar la mercancía.

El defensor de los derechos humanos Víctor Clark, del Centro Binacional de Derechos Humanos, consideró que la matanza representó la ruptura de un pacto sagrado entre los grandes capos en México.

Sólo algunas venganzas personales entre narcotraficantes habían incluido, de manera aislada, la muerte de mujeres o niños. Pero nunca como en esa ocasión, declaró Clark al diario Reforma en 1998.

"Matar a todas las personas de la familia", La masacre que termino con un pacto Histórico y Sagrado entre los verdaderos Carteles.

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