El Mayo Zambada es un fantasma que lidera El Cártel de Sinaloa, también conocido como Cártel del Pacífico

Sobreviviente de las guerras mafiosas más crueles del narcotráfico, sin ser capturado en más de cuarenta años mientras sus socios acabaron en el cementerio o tras las rejas.

El Mayo Zambada es un fantasma que lidera El Cártel de Sinaloa, también conocido como Cártel del Pacífico

Como su compadre Joaquín “Chapo” Guzmán, es el perfil de Ismael Zambada García (a) “El Mayo”, el capo apacible del cartel de Sinaloa. En su meteórica carrera en el mundo de la cocaína ha negociado con mafiosos legendarios como a Pablo Escobar (a) El Patrón”, Amado Carrillo (a) “El Señor de los Cielos” y a Juan David Ochoa. Ha visto caer en prisión a Carlos Lehder y Fabio Ochoa se mantiene en la cumbre del narcotráfico continental.

Enfrascado en una permanente disputa con el Cartel Jalisco Nueva Generación que encabeza Rubén Oseguera Cervantes (a) “El Mencho”, ha logrado consolidar su poder en el cartel de Sinaloa protegiendo Iván Archivaldo Guzmán Salazar, de 36 años, y Jesús Alfredo, de 30, mejor conocidos como los Chapitos, hijos del “Chapo” Guzmán.

Para variar, su hijo Vicente Zambada (a) ‘El Vicentico’ reveló ante un tribunal federal de Sinaloa que su padre gozaba de la protección de la DEA por un acuerdo en las sombras sobre sus carteles rivales, es decir prefiriendo negociar antes que apretar el gatillo.

Ismael Zambada García, alias El Mayo, nació en Sinaloa, México, el 1 de enero de 1948. Es el mayor de tres hermanos y tiene un total de diez hijos.

Es el único sobreviviente del cuarteto que dirigía el Cartel de Sinaloa, compuesto Joaquín Guzmán, actualmente en una prisión de los Estados Unidos, Héctor Luis Palma Salazar y el ya difunto Juan José Esparragoza Moreno (a) “El Azul”, con lo que queda como líder indiscutido de dicha organización criminal sin ninguna oposición.

De acuerdo a sus perseguidores , el Mayo Zambada se comporta como un moderno Lucky Luciano, negándose a utilizar la violencia para conseguir nuevos mercados, incluso cuando la OFAC ha llevado a cabo bloqueos financieros con el fin de dificultar sus operaciones.

Otra faceta que lo distingue de los demás capos del narcotráfico es que es muy querido por la población civil ya que constantemente los ayuda y se preocupa por ellos. Su esposa y una de sus hijas tienen una distribuidora de leche y una guardería infantil.

En hombros de gigantes
El Mayo, empezó prestando servicios para el Cartel de Guadalajara en los años setenta bajo las órdenes de Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero, luego de su disolución pasó a colaborar con el Cartel de Juárez encabezado por Amado Carrillo (a) “Señor de los Cielos” y se convirtió en el personaje clave para establecer relaciones entre los Cárteles de Sinaloa, Juarez y Tijuana.

De los primeros capos aprendió los secretos del manejo de las rutas de los alcaloides y opiáceos y del segundo a pasar desapercibido.

En el 2001, constituye la “Alianza de la Sangre” con Joaquín Guzmán para consolidar al Cartel de Sinaloa como un proveedor confiable de narcóticos para el mercado de los Estados Unidos, delegando en su hijo, Vicente Zambada Niebla, las rutas de la coca en la frontera norte azteca.

Su estilo de bajo perfil y corrupción de policías, militares y jueces al por mayor, lo llevó a convertir el Cartel de Sinaloa en la organización criminal más eficiente entre los estados de Chihuahua, Sinaloa y Durango, una región conocida como el Triángulo Dorado.

La única entrevista

En una de sus raras intervenciones “El Mayo” decidió salir a la palestra coordinando con el periodista mexicano, Julio Scherer , fundador de la revista Proceso, en la única entrevista periodística en su vida, posando incluso sin mayores remilgos.

En su crónica lo describe como un hombre de 1.80 de estatura, franela sencilla, bluejean, cara semi cubierta con una gorra calada hasta las cejas y un bigote recién recortado.

En la conversación, Zambada confesó el miedo que tenía a la prisión, de su identidad con su tierra a la que llamaba cariñosamente “El monte”, los sólidos lazos afectivos con su familia, sin dar mayores detalles acerca de su hijo Vicentico al que se refirió como “hijo y compadre”.

Remató la entrevista permitiendo que lo fotografiaran con el periodista y declaró que lo pueden agarrar en cualquier momento o nunca, pero que la industria del narcotráfico seguirá adelante y sin detener por la muerte de un jefe porque es buen negocio mientras haya corrupción. Más claro ni el agua.

Por lo demás es un capo de la guardia vieja que prefiere mantener su perfil bajo, sin las mujeres que terminaron perdiendo al “Chapo” Guzmán, dejando las residencias lujosas por sus refugios secretos en los que no pernocta dos días seguidos,

Su política de asistencia directa a las olvidadas comunidades le permitió contar con una inmensa red de informantes y colaboradores que le permiten detectar cualquier infiltrado de organizaciones rivales y sicarios encargados de mandar traidores al cementerio.

La DEA y las fuerzas antidrogas mexicanas han ofrecido inútilmente recompensas de 5 millones de dólares para el ciudadano que proporcione información que conduzca a su captura hasta operativos de barrido de la zona donde se sospecha pueda estar.

El regreso del hijo pródigo

Como era de esperarse, sus tentáculos se prolongan en Estados Unidos donde su hijo menor Serafín Zambada Ortiz, se alista para salir libre en setiembre próximo, luego que la Corte Federal de San Diego, California, le dictase una sentencia de 66 meses, los cuales transcurren desde su arresto en noviembre de 2013 en la garita Internacional de Nogales, entre Sonora y Arizona.

Su abogado defensor, Saji Vettiyil, explicó que con esta sentencia representa un triunfo para su cliente, quien por los cargos que enfrentaba pudo haber sido sentenciado a penas de diez años a cadena perpetua, pero al declararse culpable de conspirar para traficar 100 kilogramos de cocaína y mil kilogramos de mariguana hacia Estados Unidos, país donde Serafín Zambada además es ciudadano, alcanzó beneficios de la Ley.

Por esta razón lo sentenciaron a cinco años y medio de prisión, con el tiempo que ya ha cumplido y sus créditos de tiempo (por buen comportamiento), saldrá en septiembre, puede quedarse en los Estados Unidos si quiere, no estará bajo ninguna libertad condicional y puede ir a cualquier lugar del mundo”-

¿Y cómo lo hizo?. El “Mayo” Zambada no dice una palabra aunque muchos creen que no tuvo reparos en enviar información privilegiada de sus enemigos, a modo de una suerte de colaborador eficaz pero de alto vuelo. Y su hijo salió limpio de polvo y paja, sin disparar un tiro.

En 2010, Julio Scherer, decano del periodismo de investigación mexicano, recibió a sus 83 años una invitación secreta de Ismael Zambada para tener una entrevista en persona. Durante el encuentro –»en una construcción rústica», escribió Scherer– el reportero le preguntó al traficante de drogas cómo se había iniciado en el negocio.

–Nomás –respondió Zambada.

–¿Nomás? –le insistió Scherer.

–Nomás –repitió el otro.

Tras la caída de El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada es supuestamente el capo con más poder del cártel de Sinaloa. Empezó en el narcotráfico a los 16 años. Hoy tiene 66 y pese a haber formado parte de la cúpula del narcotráfico mexicano desde los ochenta él nunca ha estado en prisión. ¿Cómo lo ha conseguido? Si fuese posible preguntarle, tal vez volviese a decirlo.

Nomás.

Sus socios han ido cayendo. Los de Tijuana, los Arellano Félix, muertos o en prisión, el de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, fallecido durante una cirugía estética. Ahora el de Sinaloa, El Chapo, su compadre, el de la tierra de los dos.

La semana pasada, la noticia era que andaban buscando al Mayo. En los periódicos, fotos de soldados en Culiacán (capital de Sinaloa) levantando tapas de alcantarilla. Se rumoreaba que Zambada podía estar escondido en un túnel bajo tierra. Finalmente, quien cayó, a doscientos kilómetros de allí, en Mazatlán, fue Guzmán.

Él sigue libre.

En la entrevista de hace cuatro años, el narcotráficante invitó a desayunar al reportero. Zumo de naranja, vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos. «Sobrepasa el 1.80 de altura y posee un cuerpo como una fortaleza», escribió Scherer.

Zambada le dijo por entonces que tenía una esposa, cinco mujeres, 15 nietos y un bisnieto. «Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra». Dice la leyenda que a veces El Chapo aparecía en un restaurante, lo cerraba con todos los clientes que hubiese dentro, comía y se marchaba. De Zambada se dice que es más disciplinado, que se esconde en la sierra y apenas baja a la ciudad.

En los montes de Sinaloa, igual que al Chapo, al Mayo Zambada se le idolatra, según dice Javier Valdez, periodista del semanario local Río Doce. Él cuenta que, al menos hasta hace unos años, se daba el caso de que las familias campesinas guardasen la virginidad de sus hijas por si Ismael Zambada decidía escoger a una de ellas.

También se dice que no le gusta la violencia gratuita, que si muere alguien o si se hace un secuestro, que sea porque él lo ordenó.

Soldados de la Marina, en la búsqueda de Zambada en Culiacán.ampliar foto
Soldados de la Marina, en la búsqueda de Zambada en Culiacán. J. VALDEZ / RÍO DOCE
El Gobierno de Estados Unidos ofrece cinco millones de dólares por información que pueda llevar al Mayo Zambada. La DEA lo presenta en su web como un traficante de droga al por mayor con influencia en los 3.200 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos.

El Departamento de Estado indica que sus cotos de poder principales en México son los estados de Sinaloa y Nayarit, ambos en el noroeste, y que también tiene presencia en Monterrey (noreste) y en Cancún (sureste). Sus mayores mercados al otro lado de la frontera, según Estados Unidos, son Arizona, California, Chicago y Nueva York.

La carrera criminal de Zambada despuntó antes que la de Guzmán, diez años menor. Su nombre ya aparece en los expedientes de inteligencia de mediados de los ochenta, cuando estaba bajo el ala del capo número uno de aquellos tiempos, Miguel Ángel Félix Gallardo.

Entre finales de esa década y principios de los noventa fue socio del cártel de Tijuana y del cártel de Juárez. En aquel tiempo estableció acuerdos para el tráfico de cocaína con el segundo de Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha, un colombiano al que le gustaban tanto las cosas de México que le pusieron un alias ad hoc: El Mexicano.

A mediados de los noventa se consolidó organizativamente lo que hoy se conoce como cártel de Sinaloa, articulado como una federación de carteles con tres familias principales asociadas: la de Guzmán, la de Zambada y la de Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, otro decano del narcotráfico, un capo con reputación de muñidor de pactos de paz y que en el panorama post-Guzmán también aparece como una de las figuras a tener en cuenta.

Hasta ahora, Guzmán fue la cabeza más visible del cartel, aunque según los expertos eso no implica que Zambada y Esparragoza fuesen exactamente sus subordinados. Quedan ellos dos, y el cerco militar al cártel de Sinaloa continúa tras el arresto del Chapo. Ismael Zambada, el hombre al que buscaban hace unos días debajo de la alcantarillas, parece ser el próximo objetivo.

En aquella entrevista, Julio Scherer le preguntó si temía que un día lo detuviesen.

–Tengo pánico de que me encierren –respondió.

–¿Lo atraparán?

–En cualquier momento –dijo el Mayo–, o nunca.

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