La historia de «El Chapo» en su conquista por Centroamérica: “Nunca pensé que ese era Joaquín Guzmán, parecía una persona normal, como un empleado’’ pero me advirtieron que había cometido un gran error que esa persona era el dueño de la compañía

Cuando asistió ese día de diciembre de 1990 a la fiesta de inauguración de un servicio de taxi aéreo de narcotraficantes, Miguel Ángel Segoviano.

La historia de El Chapo en su conquista por Centroamérica “Nunca pensé que ese era Joaquín Guzmán, parecía una persona normal, como un empleado’’ pero me advirtieron que había cometido un gran error que esa persona era el dueño de la compañía

Llevaba apenas unos meses trabajando con ellos en Ciudad de México como contador público. Al llegar al coctel de celebración vio que un hombre estaba regañando al piloto Miguel Ángel Martínez Martínez, su amigo y jefe, porque estaba llorando.  Segoviano se acercó al hombre y le pidió que dejara tranquilo a Martínez.

“Le dije que lo dejara llorar, que por qué lo estaba molestando’’, recuerda Segoviano. En ese momento sintió que un amigo lo jaló bruscamente del brazo, lo llevó al segundo piso y le advirtió que había metido las patas peligrosamente.  “Me dijo que yo había cometido un gran error, que me iban a matar porque la persona a quien me dirigí era el dueño de la compañía, y que no debería pasar de nuevo’’.

El hombre a quien el contador le hizo el airado reclamo era Joaquín Guzmán Loera, alias ‘El Chapo’, dueño de Servicios Aéreos Ejecutivos Poblanos, la compañía que se inauguraba ese día con el pretexto de ofrecer transporte aéreo a empresarios mexicanos en cómodos aviones Lear-Jet.

Nuevo hombre de confianza

Guzmán no solo le perdonó la vida a Segoviano sino que terminó confiando ciegamente en él y le entregó todos los secretos contables de su organización delictiva.

Cinco años después, ante los miembros de un jurado en la Corte Federal del Sur de California (San Diego), Segoviano reveló muchos de esos secretos en su carácter de testigo estrella del gobierno de Estados Unidos. En el banquillo de los acusados estaba Enrique Ávalos Barriga, una especie de embajador de Guzmán en California.

El testimonio de Segoviano y el de otros delatores precipitaron la caída del primer emporio de drogas de Guzmán en Estados Unidos. Muchos de los testimonios y cientos de documentos obtenidos en esa operación podrían ser utilizados como artillería probatoria por el gobierno de Estados Unidos en el juicio contra ‘El Chapo’

Los métodos sofisticados descritos por la operación antinarcóticos que culminó con el arresto de los cabecillas en Estados Unidos, contrastan radicalmente con las versiones de que ‘El Chapo’ Guzmán era entonces un simple segundón del narcotráfico. O en el mejor de los casos un lugarteniente descarriado de las filas del gran jefe, Amado Carrillo Fuentes.

Documentos judiciales, informes de organismos antinarcóticos y varias entrevistas con testigos de ambos lados de la guerra contra el narcotráfico en México y Estados Unidos, muestran que el Guzmán de principios de los 90 ya utilizaba las prácticas que hoy llevan su sello industrial y sus fórmulas de violencia.

Había construido dos túneles fronterizos con estrictas especificaciones arquitectónicas, uno de ellos con un mecanismo hidráulico que hacía levantar una mesa de billar pool para dar paso a la entrada de un pasadizo.

Veinticuatro años después un mecanismo similar hizo levitar la tina por la que escapó de una casa de Culiacán; obtenía millones de dólares en exportaciones de una fábrica en la que mezclaba cocaína con arena en latas de chiles mexicanos legítimos La Comadre; controlaba rutas ferroviarias que atravesaban la mitad de México y llegaban a bodegas en el sur de California con vagones cisternas repletos de marihuana o cocaína; ya contaba con enlaces internacionales tan lejanos como los hermanos Sanguadikul, traficantes de heroína de Tailandia, y ahora sumaba al emporio su flamante taxi aéreo cuyo verdadero fin era sacar dinero y armas de Estados Unidos.

Una persona normal

Desde entonces manejaba el poder y la violencia con la misma sutileza que le permitió sobrevivir y alcanzar la jefatura del Cartel de Sinaloa en este siglo. Quizás por eso Segoviano no le vio ínfulas de patrón el día que lo tiraron del brazo en la fiesta.

“Nunca pensé que ese era Joaquín Guzmán, es que Joaquín Guzmán parecía una persona normal, como un empleado’’, admitió el contador en su declaración durante el juicio.

El patrimonio de Guzmán ya se contaba en millones de dólares y su poder de corrupción llegaba muy alto. El propio Segoviano explicó que su trabajo consistía en almacenar en su casa el efectivo que llegaban de Tijuana al aeropuerto internacional de Ciudad de México luego de que Humberto Pérez, otro miembro de la organización “ya había hablado con los comandantes de la PGR (Procuraduría General de la República), de tal forma que los jets llegaban sin ser inspeccionados’’.

-¿De cuánto dinero está usted hablando?, le preguntó el fiscal del caso a Segoviano.

– 10,000,000 de dólares en cada ocasión, respondió.

Parte de ese dinero se destinaba para reinvertir en la siembra de marihuana, financiar nuevas operaciones de cocaína y para pagar sobornos. En solo un caso, según Segoviano, Guzmán autorizó el pago de 1,000,000 de dólares a un funcionario judicial.

El patrón cuida los gastos

Desde esa época es también la proverbial mezquindad de Guzmán de reducir las pérdidas al máximo y gastar lo mínimo, sin importar el riesgo ni la vergüenza. Como quedó recientemente en evidencia al conocerse la ansiedad del capo por conocer el precio que habían pagado sus hombres por un teléfono celular de lujo que él le regaló a la actriz Kate del Castillo.

“¿Ese Black cuánto vale?, le preguntó Guzmán a uno de sus abogados en un mensaje de texto. El abogado no le prestó mayor atención pero ‘El Chapo’ insistió: “A las nueve me pasas el precio por favor’’.

Con esa misma preocupación, ‘El Chapo’ le exigió a Segoviano que rescatara los muebles de una casa de su propiedad en Ciudad de México que había sido allanada por las autoridades y estaba bajo vigilancia especial. La policía había descubierto que la banda de sicarios de Guzmán y su gran amigo Héctor El Güero Palma usaban la casa para ejecutar enemigos.

Segoviano envió a su esposa y a su hija a recuperar los muebles. Ambas fueron arrestadas.

“Ella perdió todas las esperanzas, dijo que estaba en poder de la Procuraduría General, que me fuera y me olvidara de ella’’, declaró el contador.

La esposa y la hija fueron liberadas meses después por falta de pruebas. Guzmán envió a Segoviano a Estados Unidos no sin antes advertirle que recordara que él podía “acabar’’ con su esposa y sus hijos.

El gobierno de Estados Unidos comenzó a conocer la verdadera estatura mercantil del esquivo campesino de La Tuna, Sinaloa, a raíz del golpe a la célula californiana del cartel. La operación culminó con un encausamiento en California contra la cúpula de la organización entre quienes se destacaban:

Enrique Ávalos, un médico de bajo perfil que manejaba operaciones en San Diego y luego en Chicago; Los Reynoso, tres prósperos comerciantes mexicanos establecidos en Estados Unidos que le ayudaban a esconder las drogas en sus bodegas de productos importados; Felipe Corona Verbera, el arquitecto que construyó uno de los túneles y el zoológico del rancho de Guzmán en Guadalajara; Rafael Camarena, un abogado que controlaba la operación del túnel de Agua Prieta (México) a Douglas (Arizona), y Martínez, su piloto de confianza y coordinador de los vuelos de droga que llegaban de Colombia.

Aunque en 1990 ya había sido descubierto el túnel de Agua Prieta, el mayor andamiaje de la organización se vino al suelo a partir del 10 de junio de 1993 cuando la Agencia Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) y policías de El Salvador, obtuvieron el número celular de Segoviano como parte de una frustrada operación concebida para capturar a Guzmán.

La operación Bodega San Jorge

‘El Chapo’ Guzmán quería conquistar a El Salvador. El país se recuperaba letárgicamente de una guerra civil de más de una década. El narco de 36 años planeaba convertir a la pequeña nación centroamericana en una escala técnica de los vuelos que salían con drogas de Colombia.

Los enfrentamientos entre el gobierno y las tropas insurgentes del Frente Faraundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) dejaron 75,000 muertos y un arsenal formidable de fusiles, explosivos y lanzagranadas sin uso. ‘El Chapo’ también quería armas.

La insípida democracia salvadoreña estrenaba instituciones. Una de ellas era la Unidad Ejecutiva Antinarcóticos, dependencia de la policía para la que ‘Pedro’ trabajaba como detective.

‘Pedro’, el detective

‘Pedro’, quien pidió que no se le identificara por temor a represalias, fue testigo de los planes de Guzmán en su país. El detective lideró una operación conjunta con la DEA que pretendía arrestar al narco mexicano. El policía debió salir de su país por amenazas.

Desde un lugar que prefirió no identificar, relató por primera vez a Univisión Investiga sus recuerdos de la operación. Otros testimonios y cientos de documentos judiciales consultados por Univision, permitieron reconstruir este capítulo relativamente desconocido en la historia de Guzmán.

Alrededor de abril de 1993, los policías salvadoreños y agentes de la DEA, lograron infiltrar un grupo de emisarios del Cartel de Sinaloa que estaba radicado en la capital. Los salvadoreños se hicieron pasar como oficiales corruptos dispuestos a facilitar el desembarco del cartel.

Juan Manuel Penilla González

Juan Manuel Penilla González, uno de los hombres de Guzmán, contrató alrededor del 20 de abril de ese año a José Granados Turcios para vigilar una bodega a las afueras de San Salvador muy cerca de un depósito de libros educativos de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos, USAID. Granados era uno de los detectives que posaba como corrupto.

“Si tú eres leal, te daré buen billete’’, recuerda Granados que le dijo Penilla dentro de la bodega San Jorge situada en la Calle Antigua a San Antonio Abad. Penilla se presentaba como ingeniero de Guadalajara, México. Tenía 38 años.

‘El Chapo’ Guzmán llegó a San Salvador el 21 de abril de 1993 a inspeccionar su nuevo punto de trasiego. Aterrizó en el aeropuerto de San Salvador en un vuelo de la aerolínea Sasha procedente de Honduras.

Se identificó con un pasaporte falso, a nombre de José Luis Ramírez. Iba acompañado por un hombre que dijo llamarse Cruz Treviño Martínez, nombre que deja la duda si era real o ficticio pues es similar al del borracho incurable que protagonizó la película “La Oveja Negra’’ de Pedro Infante. Un tercer pasajero se presentó como Alfredo Valdez Quiñones.

La DEA le dio a Guzmán un recibimiento VIP

“Entonces fueron al aeropuerto a esperarlo, se le dio la facilidad también a través de la coordinación con elementos de la DEA para que este señor no pasara por migración ni nada sino que pasó por el salón VIP del aeropuerto y ahí lo estaba esperando la gente de él con la gente nuestra’’, explicó Alfredo.

Guzmán se hospedó en la habitación 274 del Hotel Presidente convencido de que había comprado a El Salvador, según ‘Pedro’. En horas de la tarde, visitó la bodega donde se almacenaría la cocaína. Granados, el detective encubierto en funciones de celador, lo recibió. Penilla le presentó a Guzmán como su gran jefe.

De allí salieron en un microbús blanco con destino a la Plaza El Trovador sin saber que en el bar donde ocuparon una mesa grande y pidieron cervezas y whisky, estaban ‘Pedro’ y sus hombres por pura coincidencia.

“La sorpresa nuestra fue que a los 40 minutos de estar ahí tratando de mantenerlos relax, llega un microbús y se baja ‘El Chapo’ con otra gente que tampoco habíamos visto nosotros en el hotel e iba una mujer también con ellos’’, recuerda ‘Pedro’.

En un momento se presentó un amago de pelea en el bar lo que fue aprovechado por los detectives.

“Entre la gente nuestra había un fotógrafo profesional, [que] aprovechó ese instante porque la gente de ‘Chapo’ y él se asustaron cuando vieron que estaban peleando entonces él logró tomarle unas fotos ahí’, agregó ‘Pedro’.

Para no despertar sospechas los detectives simularon que destruían el rollo de la película del fotógrafo imprudente. Pero el film verdadero ya estaba en un lugar seguro. Univision tuvo acceso a dos de las fotos que muestran a Guzmán acompañado por una joven.

Los comensales se “retiraron de dicho lugar en horas de la madrugada abordando el microbús y Juan los dejó en el hotel y él se fue para la casa en Maquilishuat (barrio de San Salvador)», narra el acta oficial.

Al día siguiente Guzmán visitó con sus hombres una pista aérea cercana a las desoladas playas de El Tamarindo a dos horas y media de la capital en automóvil, al sur del país.

“La anduvieron recorriendo siempre en el vehículo’’, anotó uno de los detectives en el diario de la operación.

Terminada la visita relámpago, Guzmán viajó a Guatemala el 23 de abril en un vuelo de la aerolínea TACA. No debía estar de buen humor. Dos días antes las autoridades mexicanas habían dado un duro golpe a un cargamento en el que había puesto mucho empeño. En Tecate, la policía había incautado un tráiler con 7.3 toneladas de cocaína escondida en 1,400 cajas de chilis. El cargamento se dirigía a Tijuana y de allí pasaría a California.

Llega el cargamento

Pero el negocio no podía detenerse. Guzmán necesitaba dinero para financiar la guerra contra sus competidores. En la madrugada del 4 de mayo (1993) los hombres de Guzmán llegaron a un paraje cercano a la pista que había inspeccionado su jefe. A la distancia, los policías que sabían de la operación vieron aterrizar “un avión grande de cuatro motores’’. No pudieron tomar fotografías porque no contaban con el equipo necesario de visión nocturna, según admitieron en sus declaraciones.

‘Pedro’ sostuvo que sí pudo ver que una de las llantas del avión explotó por lo que la pista era muy corta para el tamaño del avión y el piloto debió abusar de los frenos. Del avión, pintado de verde militar, descendieron el piloto y el copiloto con uniformes militares, señaló ‘Pedro’. Estaban preocupados por el incidente.

“Uno de los pilotos dijo que quería quemar el avión, entonces se les sugirió que no, porque iba a ser mucho escándalo, entonces como se pudo se le cambió una de las llantas y se ayudó para que regresaran nuevamente ya vacíos’’, agregó ‘Pedro’.

Los hombres de ‘El Chapo’ cargaron la mercancía en una furgoneta blanca marca Hino. Fue el mismo vehículo que los detectives vieron entrar a la bodega San Jorge el 5 de mayo con la esperada mercancía.

“Son unas 150 cajas de cartón con unos paquetes pesados adentro, así como también unos 15 sacos de mezcal conteniendo los mismos paquetes’’, escribió uno de los policías en la bitácora de la operación encubierta.

Uno de los hombres de ‘El Chapo’ que llegó con el camión probó la droga luego de pinchar un paquete con una navaja que salió impregnada del polvo blanco que aspiró. Los hombres le advirtieron al celador que ahora debería redoblar su atención de la bodega. En otra visita le comentaron que saldrían del país por unos días, lo que fue aprovechado por la DEA y los detectives locales para tomar fotografías del cargamento y el depósito.

Llegaron los socios

Pasaron varias semanas hasta que el 9 de junio, los policías fueron alertados de que Penilla se dirigía al aeropuerto de San Salvador en un taxi. Los detectives lo vieron recibir a tres visitantes que se sospechaba que habían sido enviados por Guzmán para recoger la mercancía y llevarla a México. Se trataba del colombiano Luis Fernando Farfán Muñoz y los mexicanos Jorge Carrasco Martínez y Gabriela Beatriz González Carlock.

Los emisarios de El Chapo

Luis Fernando Farfán Muñoz

Jorge Carrasco Martínez

Gabriela Beatriz González Carlock

Los emisarios de Guzmán se hospedaron en el Hotel Camino Real. En la noche, un comando de asalto de la policía ingresó por la parte trasera del hotel y en cuestión de minutos los puso bajo arresto.

A Farfán y Carrasco los llevaron a un cuarto de interrogatorios donde fueron golpeados, según lo describieron en las indagatorias. Ambos dijeron que los pusieron semidesnudos frente a un aparato de aire acondicionado toda la noche mientras los amenazaban con matarlos a ellos o a sus familiares. Uno de los interrogadores se jactó de su experiencia en torturas a guerrilleros durante la guerra civil del país.

Entre varias contradicciones y deficiencias de la investigación señaladas laboriosamente por el abogado de la defensa, Jaime Alberto López Nuila, éste se preguntaba si realmente los acusados estaban implicados en el cargamento ¿por qué las autoridades no esperaron a que se presentaran en la bodega donde habrían sido fácilmente pillados con las manos en la masa?

En el momento no se conoció una respuesta, pero a medida que surgieron documentos en las cortes de Estados Unidos quedó claro que la DEA prefirió abortar la operación por una noticia que se celebraba en esos momentos en México: el arresto de ‘El Chapo’ Guzmán en Guatemala acusado de la muerte del cardenal Posadas.

Las explicaciones que dieron los detenidos en el hotel no convencieron a los jueces salvadoreños. Farfán dijo que estaba de gira turística por Centro América y la pareja mexicana alegó que buscaba oportunidades de comercio de productos agrícolas. Los tres fueron liberados meses después.

No es muy claro si fue en el allanamiento a la bodega o en una casa que había visitado Guzmán en San Salvador en donde los agentes de la DEA encontraron el número telefónico (708) 795-7025 que pertenecía a Segoviano. El caso es que los agentes se lo pasaron a sus colegas en Estados Unidos que se presentaron en el apartamento del contador y empezaron el interrogatorio preguntándole si estaba implicado en la muerte del cardenal Posadas y si era cierto que escondía armas en su residencia.

Segoviano sostiene que en principio negó todo, pero que lo pensó mejor y decidió cooperar.

“Estaba cansado de ese estilo de vida’’, declaró el contador. “Yo estaba buscando a Dios y mi mente estaba abierta para ello. Era una organización terrible. Mentiras por todos lados’’.

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